Hay momentos del año en que la calma no es un lujo, sino un regalo que vuelve, silencioso, como si el mundo recordara cómo era antes del ruido.
El canal de los Témpanos, en otoño, es eso: una pausa.
Con menos visitantes y más espacio para respirar, el glaciar Perito Moreno se ofrece distinto, íntimo. Las hojas naranjas tapizan las piedras, el viento baja la voz, el lago espera sin apuro.
Caminar por ahí es sentirse parte de un secreto. Todo lo que suele estar lleno de pasos, de voces, de flashes, se vacía un poco para que entre la contemplación.
Y quienes llegan en esta estación, llegan a tiempo. Porque en un mundo donde la calma escasea, este rincón del sur aún la guarda, intacta, para quien se anime a buscarla con los ojos bien abiertos y el corazón en modo otoño.