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Estrella de los combinados de alta graduación y uno de los más reconocidos de la coctelería y “el buen beber”. Tanto, que cada 19 de octubre se celebra su día y en Calafate tiene fórmula propia a partir de un ingrediente autóctono clave: agua de deshielo de los témpanos.

Dicen que en las reuniones de amigos se suele arreglar el mundo con un vaso en la mano. Algo parecido a lo que pensó Alberto Helmich hace más de 15 años, el creador del primer gin 100% patagónico cuando se propuso ofrecer el sabor y la historia de esta tierra a partir de una receta ancestral de elaboración artesanal con agua pura del Cerro Frías, que acompañara el encuentro.

Los primeros pasos y el crecimiento

Con toda una tradición familiar asentada en estas tierras, de producción lanera y dulcera, (ahora también con blends de té) ingeniero industrial y amante del senderismo, e infatigable fanático de esta bebida desde chico, Helmich supo volver a su primer amor e instruirse en Austria – muy lejos del pago -, probar decenas de sabores que llegaron a perpetuarse en su paladar, hacer licor de calafate primero y sumar experiencia – alambique y socio mediante – hasta llegar a producir lo que tanto añoraba: un destilado con ADN austral, elaborado artesanalmente desde el macerado.

Hoy, la fábrica cuenta con dos familias trabajando que cuidan todo el proceso para no perder nunca el detalle y mimar el producto desde un inicio, aun en tiempos donde en el país las microdestilerías apenas se contaban con los dedos de una mano, sin ser casi estimadas frente a las industriales.

“Nos fuimos ganando el respeto” supo decir alguna vez en una nota, y estaba en lo cierto, en la actualidad, su producto de corte premium se vende en todo el país y se destaca en las cartas más distinguidas de bares y restós. – Algo impensado, cuando en 2007 se registraba modestamente en el Instituto Nacional de Vitivinicultura -.

Los 3 productos destacados de Destilería Artesanal Hemlich

Entre imágenes inspiradoras de la bebida que descansa a los pies del Glaciar Perito Moreno, a metros de donde toma su agua, evocando la sed y el placer más esencial, estos destilados siguen siendo artesanales porque no incluyen colorantes ni conservantes, algo que su autor rescata en cada nueva presentación.

Una de sus botellas más célebres es D1313, un triple destilado cristalino macerado en 13 botánicos por 48 hs, con redestilado hidratado en agua de máxima pureza del Cerro Frías, que en nariz encuentra una delicada fragancia a frutas secas como avellanas y castañas, y notas cítricas. Mientras en boca es ligero, fresco y herbáceo, con notas de anís y enebro. Perfecto para beberlo solo o preparar cocktails clásicos.

Ice Vodka es otro de los favoritos: el Estepyka, un destilado nacido de la verde hierba patagónica paramella con propiedades medicinales, y Pfeffer, con un gratificante sabor a pimientos rojos, que hace toda la diferencia.

 

El gusto por el gin: un licor refinado parte de la cultura

Haciendo un poco de historia, el vodka procede del término ruso Voda, que se traduce como agua. Mientras que en polaco es la expresión más pura de toda bebida destilada. Se cree que su origen remonta a la época Medieval, cuando apenas tenía un uso medicinal y antifrío. Una bebida alcohólica que en la actualidad está inmediatamente detrás del whisky en demanda, sofisticando el paladar gracias a un consumidor que se atreve más y así ganan terreno también gin cítricos, afrutados, florales y especiados.

Su ligereza es la base de su éxito, lo que permite que sea fácil de beber y se pueda combinar de mil maneras, entre los que sí o sí sobresale como tendencia el ancestral y fresco trago espirituoso que se presenta como invencible en ginebra y tónica, – 70 de agua y 30% de gin -, en vaso con mucho hielo y rodaja de limón, cáscaras de naranja o pomelo, rama de romero y hasta granos de pimienta o moscada.

 

El dato de color del gin Helmich
  • En 2014, uno de los tragos del reconocido bartender Leonardo Saracho, dueño del restaurante La Zaina, fue galardonado con el primer lugar en el concurso al mejor cóctel de Argentina, con base en el vodka Estepyka de Helmich.

Una etiqueta de autor que en pocos años ha obtenido el reconocimiento del público, enalteciendo ese sabor tan característico con un toque nativo. El que luego de beberse – dicen los parroquianos- se sigue saboreando en alma, como esta tierra.